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Rockstar versionado
Verás. Yo nunca seré un rockstar”

Felipe de J. Monroy @monroyfelipe | Ciudad de México, Mayo 2020 | rock.mx 2020

Verás. Yo nunca seré un rockstar”. No había afectación ni orgullo en sus palabras. Únicamente describía la realidad. Tenía razón: me molestaba su suéter horriblemente común, su dolorosa sencillez al pedir hotcakes y café a la mesera, sus ademanes casi victorianos al llevarse el tenedor a la boca. Para mi era claro que este músico con perfecta manicura y sin una sola callosidad en las manos nunca sería un rockstar pero aun así le dije:

-No digas eso, ya eres muy famoso; algunas descargas más en Spotify y comenzarás a vivir la vida que siempre deseaste.

-Nononono, no me entendiste -el pobre manoteaba como anciano-; yo nunca seré rockstar porque yo no hago rock… así de simple.

Nuevamente, tenía razón. Su principal instrumento es un ordenador donde arma todas sus melodías: no canta, apenas puede hacer un par de acordes en una guitarra eléctrica que su padre le regaló en la adolescencia, jamás estuvo en una banda, vaya, apenas pasó con seis la clase de música en secundaria. Y, sin embargo, ya supera los dos mil oyentes mensuales en plataformas digitales. Templates de rap, trap, hip-hop, tecno, house, reggae, cualquier beat o efecto de sonido que esté de moda lo utiliza como pieza en un castillo de Lego. A veces junta decenas de palabras sin sentido que al pasarlas por autotune se convierten en versos pegagosos o incomprensibles.

Lo que tenía frente a mí era el espécimen preciso de una biblioteca humana de música urbana, un dedicado productor que pasa 15 horas frente a la pantalla para hacer canciones a destajo. Algunas funcionan, otras no. Jamás ha estado frente a un auditorio y pasa mucho tiempo diseñando las portadas y videos de sus ‘discos’ con software que aprende a usar viendo tutoriales en Youtube.

Ha cambiado radicalmente el negocio de la música. Diego Manrique en ‘Universos paralelos’ explicó el ocaso de la guitarra eléctrica, quizá el instrumento insignia del rock: “Los fabricantes punteros, Gibson y Fender, están liquidando propiedades, en números rojos… La mayor cadena de tiendas, Guitar Center, chapotea en el pantano de los bonos basura”. Lo único que parece crecer es el mercado de coleccionistas. La lectura de esto último es dolorosa: Se compran guitarras no para usarse hasta el cansancio sino como reliquias de una época que no volverá.

The Beatles se despidieron hace medio siglo con esa premonición en mente: En el álbum ‘Let it be’, su brevísima ‘Dig it’ no es sino una pesada sátira de The Rolling Stones, pero no sólo a la banda icono del rock sino al etilo entero: al riff fácil, a la voz impostada, a la banda inseparable, al culto rockero, a las gruppies y al mainstream, a las habitaciones de hotel destrozadas, a los narcóticos, a las presentaciones burlonas, a las maneras exageradas. Como sea, había que ‘dejarles ser’ porque: “Cuando la noche está nublada aún hay una luz que brilla sobre mí; brilla hasta el amanecer, déjalo ser… despierto al sonido de la música”.

Es viernes por la noche, el rockstar está angustiado porque debe terminar su más reciente sencillo y subirlo a la plataforma; sus gafas brillan al resplandor de su Logic ProX, su madre le ha dejado un sándwich y un vaso de leche en su ‘estudio’, aún faltan cuatro años para que sea legal invitarle una cerveza.

@monroyfelipe